Presentación

No sé lo que fuí

No sé lo que fui, ni lo que soy, ni siquiera si llegaré a ser, aunque tengo la esperanza de que así sea…

Me han vuelto a sacudir fuerte, y después de un respiro, el golpe me pilló un poco desprevenido… observo una foto, y me pregunto si estoy donde debo estar… si esto, es lo que escogí… Sé porque no quiero abandonar, y también porque quiero abandonar.

Abandono… porque no parece mi lugar, porque lo rechazo, porque ya no está en mi corazón aunque sigo queriéndole.

No abandono… porque sin él me pierdo, el mundo se hunde y el camino que veía tan bien, se camufla entre las tinieblas, porque me mantuvo en la vida cuando estaba en el filo y porque me dio la luz que ahuyentó las sombras que por años anidaron en mi.

Es hora de luchar, de nuevo, el ejército que tanto me asedió y atacó, que tanto daño hizo está de nuevo a las puertas. Por primera vez, no sé cómo están los muros de la fortaleza, ni me preocupo si tienen alguna grieta, porque no pienso esconderme, esta vez, no lo tendrán fácil, ahora sé lo que es la guerra, aprendí a luchar y cuento ahora con armas. Miro hacia atrás, todas las batallas libradas, y todas perdidas…

La primera batalla fue desastrosa. Yo estaba tan tranquilo en mi reino hasta que un día me propusieron cambiar de aires… pensé que se referían a un simple paseo como los que hacía siempre y acepté. Me di cuenta del error, pero las cosas ya estaban en marcha, y no me quedó más que ilusionarme con la idea. Adiós muy sentidos y con los mejores deseos, partía dejando todo atrás menos mi familia, que esperaba en aquel desconocido terreno.

Pronto fue la hora de conocer a la gente de la zona y al lugar me acerqué. Automáticamente, me invadieron señales de alarma, mi paso se tambaleó, mi expresión cambió su habitual alegría por uno inexpresivo e incluso de idiota, y pensé para quitar nervios; “me he metido en el infierno”.

Al poco del primer contacto, fui sorprendido por el ambiente tan extraño que reinaba, miraba y no veía, escuchaba, y no oía, tocaba y no sentía. Empecé a ver espadas ensangrentadas, cabezas decapitadas, ciudades derrumbadas, los rumores se sucedían y a cada vez, más horrible que el anterior, empecé a sentir miradas clavadas en la nuca con incomprensibles sentimientos asesinos, de rechazo, odio… su cultura me resultaba extraña e incomprensible, veía que no eran gentes con la que estar. Y la primera batalla se presentó.

No lo vi venir, no me di cuenta hasta que era demasiado tarde… avanzadillas que se ocultaban y aparecían por detrás para herirme la espalda, mientras charlatanes de lengua de serpiente intentaban enroscarse para después inyectar su veneno. Empecé a debilitarme por las heridas infligidas, y yo sin darme cuenta todavía, los colmillos arañaban ya mi piel, tan absorto estaba tratando de entender sus costumbres y ser aceptado como uno de ellos, ser uno de ellos…

El veneno llegó a mi corazón, las avanzadillas dejaron de esconderse, para ser el ejército que abarcaba mi mirada y mostraban amenazantes las armas que nunca había tenido ni noticias. Huí del lugar tan pronto como pude, me escondí a lo que llamaban mi hogar y construí toscamente una fortaleza mientras observaba con curiosidad, miedo e impotencia las heridas que ahora veía aunque empañadas por lágrimas de dolor. No sabía lo que pasaba, pero ya había empezado la guerra…


Me es imposible escribir todo lo que llegó a continuación… aunque lo recuerdo no sin escalofríos. Recuerdo lágrimas de sangre, que perturbaban un tranquilo charco de sangre con un manantial suave pero constante que procedía del corazón, un corazón a trozos, unidos precariamente con restos de lo que encontrara y que pegara.

Recuerdo libros, y más libros que me transportaban a mundos completamente distintos, algunos horribles también, pero ninguno parecido al mío, donde aprender algo que me sirviera.

Recuerdo una habitación, que se convirtió en mi refugio, donde la oscuridad me acompañó en todo momento, donde los libros eran mi mejor compañía.

Recuerdo unos padres que no significaban nada para mí y a los que terminé por odiar, unos padres que trataban de obligarme a comer y a los que engañaba dando la comida a cualquier ser vivo que pasara cerca. Unos padres infectados por el veneno a los que repudiaba y atacaba.

Recuerdo salidas obligadas de mi refugio en las que mantenía siempre el silencio, la cabeza baja, siempre por detrás de la gente, y apartándome siempre que podía, para esconderme detrás de alguna roca y librarme de la tensión y el miedo constante que tenía siempre que estaba con ellos.

Recuerdo cómo me ocultaba de las fotos hasta el punto de que es difícil encontrar foto alguna en la que aparezca.

Recuerdo las miles de veces que veía mis fotos, recordando con dolor todo lo que dejé atrás y perdí.

Recuerdo mis intentos de salir de aquella situación, intentos patéticos que terminaban en fracaso y más dolor…

Sólo recuerdo sin dolor una cosa, lo que me mantuvo con vida durante cuatro años que duró aquello. Un amigo que conservé de antes y era de la zona, aunque también atrapado… El único con el que podía reír, salir por ahí, contar las cosas, el único al que le confié todo, el único que guarda la llave de todo lo que tengo, el único por el que seguía viviendo y por el que conservé el significado de amistad… el único que hoy en día tiene todavía esa llave a todo lo que tengo, a todos mis pensamientos, nadie más ha accedido nunca a la cajita donde guardo todo…

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