Presentación

Sin entender

Sin poder quitarme de la cabeza
mil y un minutos de dolor,
vigilando mis pasos,
caminando por el puente de dudas.

Recordando todo lo que ha pasado,
y destrozandome el corazón
porque sé que es por mi culpa,
y que me lo merezco.

Pero a veces me pregunto
porque ocurre esto,
porque miro alrededor
y no parece tener lógica.

Porqué veo culpables a mi alrededor
que no sufren castigo,
sin tener culpa de mi dolor
son también responsables de un daño.

Y solo yo recibo el castigo,
el castigo adicional a mi propia condena,
y la rabia aparece
porque no lo entiendo.

No deseo mal alguno,
no soy quien para juzgar,
si alguien merece el castigo
yo no soy el que decide.

Pero no lo entiendo,
no sé porqué,
¿tanto daño hice?
¿simplemente no se da cuenta?

O soy yo...
¿no me doy cuenta?
Suplico y lloro por alguien
que me abra los ojos

para liberar terrible duda
que me hace más daño todavía,
aún cuando la verdad
puede ser terrible...

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Porqué me dijiste...

Porqué amiga, porque...
te he fallado como amigo
tu enfado es justificado
tienes toda la razón...
te he fallado...
confiaste en mi...
y yo te he fallado...
y a pesar de todo... me dices que no me sienta mal...
que se te pasará...
porqué?
porqué te has preocupado de que no estuviera mal?
porqué dices que se te pasará,
como si fueras a olvidarlo,
como si fueras a perdonarme,
como si fueras a quererme como amigo de nuevo...
porqué...
acaso piensas que me lo merezco?
a pesar de haberte fallado,
a pesar de haberte traicionado,
a pesar de todo el dolor que te hice,
acaso piensas perdonarme?

no estes mal...
se me acabara pasando...

como si sintieras que tienes que perdonarme?
porqué?
gracias...
porqué?

mi corazón desea ese perdón
y se anima ante esa esperanza
que a pesar de todo
puede que no te pierda...
pero porqué?
yo no creo merecerlo...
por lo menos no asi...
no como si nada hubiera pasado...
no como si fuera un simple error perdonable...
gracias?
porqué?
por lo menos te has dado cuenta...
por lo menos?
gracias?
porqué?
me confunde...
gracias...
por haberme dado cuenta?
es que acaso...
podia no haberme dado cuenta?
y me das las gracias por ello?
porqué?

todo el daño que te he hecho
por algo que no debi hacer...
un gran error que cometí...
y todavia...
me dices que no esté mal...
que se te pasará...
y encima...
me agradeces que me diera cuenta?

de verdad crees que lo merezco?
yo lo dudo...
he metido la pata hasta el fondo...
y eres capaz de tranquilizarte...
y extender la mano hacia mi de todas formas...
eso ya si que no me lo merezco...

soy yo quien tiene que darte las gracias...
minimo...
por unas palabras de ánimo...
y por una mirada hacia mi...
cuando no lo merezco...

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Te odio porque...

Te odio porque me hiciste sufrir
te odio porque hiciste sufrir a nuestros amigos
te odio porque no me dirigues la palabra
te odio porque me odias
te odio porque antes eras mi amiga
te odio porque me ayudaste mucho cuando lo necesité
te odio porque sé que estas sufriendo
te odio porque eras como mi hermana
te odio porque sé que no podré olvidarte
te odio porque sé que tú tampoco lo harás
te odio porque me llamaste "traidor"
te odio porque no confiaste en mi
te odio porque extraño cuando estábamos juntos
te odio porque extraño cuando reímos juntos
te odio porque esto me está afectando más de lo que creí
te odio porque te extraño
te odio porque yo ya puse de mi parte y tu no
te odio porque quiero verte
te odio porque a la vez no quiero verte
te odio porque ya estoy harto de estar mal contigo
te odio porque me hace mal
te odio porque a la vez me hace bien
te odio porque estoy confundido
te odio porque sé que eres injusta conmigo
te odio porque sé que soy injusto contigo
te odio porque pensé que siempre íbamos a ser amigos
te odio porque entendí que "siempre" es demasiado tiempo
te odio porque te necesito
te odio porque a la vez no
te odio porque ya no quiero ser tu amigo
te odio porque a la vez si quiero serlo
te odio porque no aguanto el paso del tiempo
te odio porque no me perdonas
te odio porque quiero abrazarte
te odio porque a la vez no quiero abrazarte
te odio porque te enfadaste conmigo
te odio porque no quiero odiarte
te odio porque me preocupo por ti
te odio porque no quiero preocuparme por ti
te odio porque por tí de todo haría
te odio porque odio llorar
te odio porque mis ojos me duelen ya

te odio porque duele

porque solo pienso en ti...

te odio porque te quiero tanto...

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Inicio del viaje

La palabra es la manifestación del pensamiento, y en el pensamiento se ocultan nuestros miedos y deseos. Asi que... intentaré manifestar mis pensamientos a ver si así me aclaro aunque mi mano vaya más despacio que mi mente...

El día marcado quizás sea un gran acontencimiento, el inicio de algo de grandísima importancia. ¿Lo he pensado bien? ¿Estoy seguro? ¿No es precipitado? Tengo miedo, es algo nada frecuente, no conozco a nadie cercano a mi, que haya pasado por algo parecido, y la familia o lo desconoce, o no lo asimila... La verdad, estoy solo, muy solo, un acontencimiento que no dejará a nadie indiferente, que generará tensiones, dudas, miedos, aunque también curiosidad, amistad, compresión... pero en menor medida.

Una vez dé el paso, todo cambiará, y desde hace mucho, le tengo miedo al cambio. Sólo veo ante mí, un camino de piedras que debo seguir con los pies descalzos, y apenas un cuchillo para defenderme de los atacantes más expertos y preparados que yo.

Veo una larga lucha, en el que no conoceré ni a amigos ni a enemigos. Los dejo a todos atrás, me dolerá en el alma despedirme otra vez de los amigos, de los conocidos, todas aquellas personas maravillosas que he conocido.

Y me alegraré de despedirme de los enemigos. Las lágrimas quieren aglorar mientras en la puerta miro atrás, y veo a mis amigos y conocidos, sonrientes, desconocedores de mi camino, y se me rompe el corazón cuando me despido y deseando que cuando vuelva a cruzar la puerta para volver, esas personas tengan una sonrisa para mí y vuelvan a ser mis amigos...

Tengo miedo de cruzar la puerta, porque estoy solo en esta dura lucha, sin saber apenas de qué va, y porque nada será igual a partir de ese momento.

Creo que no tengo miedo a equivocarme, aunque tengo dudas ahora sobre si saldrá bien. Creo que tengo miedo a quedarme solo, y que la lucha sea demasiado para mí. No tengo a mi familia, incluso algunos miembros pelearán contra mí.

Tengo a un amigo, que me apoya, pero no puede estar conmigo. Y el resto de mis amigos, desconocen mi camino, no conozco su reacción, y por ser nuevos, no sé si sentiré su apoyo si me lo dan.

Pero a lo que sobre todo tengo miedo, es a que la lucha no sea encarnizada ni en solitario, sino a que sea como la guerra que todavía libro. Si fuera así, no podría continuar, si uno es mucho, dos es superior a mis fuerzas... Y si peleo solo... no sobreviviré.

Espero que no haya puertas cerradas que no pueda abrir o que no tenga ventanas para colarse, espero que ir como voy, no me cierre las puertas o me aten y me metan en la cárcel. Espero, de todo corazón, que todo vaya, como mínimo, avanzando, y que sea desde ese momento, cuando cruze la puerta, e inicie mi viaje.

Un largo viaje a mi subcociente, un viaje que tiene como meta, conseguir la medicina para sanar mi alma y mi corazón. Un viaje, que si fracasa, será un golpe mortal...

Es el viaje definitivo, en ella aprenderé todo lo que olvidé, descubriré los deseos y sueños enterrados y guardados tantos años sin ver la luz. Poco a poco encontraré todo lo que una vez me perteneció. Todo saldrá a la luz, el Señor, el Rey, volverá a nacer con nuevas fuerzas y mayor poder.

EL gran día, aprendí a luchar solo, conseguiré una espada y continuaré mi camino, no dejaré que nada se interponga, por la memoria de mi destruido reino, recuperaré mi antiguo poder...

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El visitante

Para el visitante tan extraño
que con nosotros se encuentra
incluso antes de nuestro primer llanto,

danzando sin parar, con su extravagante forma
en aquel intenso vacio del tiempo y del espacio
en el que lanzamos al mundo nuestra presencia.

En algún lugar, en algún tiempo,
ante la atenta mirada de quien se oculta
damos nuestros pasitos sin miedo.

Unas curiosas miradas surgen
bajo las ramas del azul del cielo
y con criaturas hermosas nos llaman dulcemente.

Esos seres que llamamos seres amados,
cual sanguinarios animales
atacan y nos separan de tan hermoso canto...

Con alegria trazamos nuestra partitura en un papel,
entre melodias, trinos y cantos
buscando aquello que a nuestro corazón sacude.

Y en nuestra búsqueda sin fin
vemos al escondido visitante
ataviado con las prendas que nos hacen huir.

La inocente partitura cae en manos del visitante
que con calma la coge y mira hacia ti,
tomándose su tiempo para leer y releer.

Una voz retumba, de nada sirve huir,
la canción se distorsiona en el horizonte
y en el mundo solo se ve sufrir.

Llega el dolor, la soledad, el miedo,
ahora el camino no es bajar, sino subir,
y levantas la vista para presenciar algo aterrador.

El hermoso canto que recuerdas de infantil
y que nos acompañó toda la vida, a veces más, a veces menos,
no es más que un canto de sirenas del apocalipsis.

De repente, te sientes completamente acorralado,
todo da un vuelco y ya no eres capaz de seguir,
lloras hasta secarte cuando lo intentas todo.

Siempre un paso por delante hacia la vida
y siempre con la zancadilla del tramposo,
lineas rojas como la sangre se dibujan

y el visitante que tanto tiempo esperó,
se acerca más y más para con su trabajo acabar.
Ya no puedes llorar, solo sufres, solo sientes dolor.

Ves como los demás continuan sin ver tu desgracia,
nadie te ayuda y tu gritas y preguntas como,
como pueden seguir y esquivar la acometida.

Duele, duele como nada en el mundo, como la muerte,
el mas absoluto terror se convierte en tu vida,
lloras sin lágrimas, la vida escapa y se esconde.

Duele... no hay palabras, no hay símil para mostrar,
todo se aparta de ti, ya no comes, ya no bebes, ya no ries...
todo en tu memoria se borra, y olvidas todo lo que alegra.

Crees que esta es la vida, abrazas la noche,
abrazas el miedo, y la soledad que te acompañan,
lloras aunque ya no sirve ni para vivo sentirte.

El dolor... destroza... duele...es el puro sufrir...
nada tiene sentido, no sabes para que vives,
hasta el corazón llora y duele cuando late para vivir.

Poco a poco desapareces de la multitud de gente,
el dolor y la soledad te obligan a pensar en morir,
rendirte... porqué vivir donde no ries, no hablas, no sientes.

En el lecho del dolor, piensas si vivir...
mientras ves manar la sangre de tus heridas en fuente,
sufrir...sufrir...dolor...y mas sufrir...

Me cansé del dolor y di paso al odio,
odié todo, el mundo, la gente, vivir...
y con ganas de pelea y muerte, di un paso.

No sabia nada, hasta lo que fue conocido dejó de serlo para mi,
al principio pensé que hacia el tonto,
pero no habia otro camino e insistí.

Visitante... ¿que ocurre? estas ahi parado...
¿acaso dejas de perseguirme al fin?
un paso, tras otro, y no vi que atravesé algo...

Mi melodia desaparece junto con mi ignorancia,
el sol aparece, y se va el dolor y parte del miedo...
con miedo de que sean falsas ilusiones, echo una carrera,

alargo la mano para agarrarme y no soltarme al fuerte viento
y dándose la vuelta, aparecen unos ojos de pura belleza,
y noto como me agarra a su vez. Sin apenas saberlo,

el corazón empieza a latir, en busca de vida,
mas manos se acercan y me van agarrando, sin daño,
y sufro una explosion, todo se convierte en una prueba.

Una prueba en el que descubro la manera de ser,
aprendiendo de nuevo a estar con los demás,
a moverme por el mundo y los sentimientos que olvidé.

Con timidez, se asoma una cara
y disfruta de la compañia, del amor y del bello paisaje
con mucho colorido, personajes y paz.

Miro atrás, buscando al visitante
y allí le veo, con una extraña sonrisa,
las cosas no han acabado, y el lo sabe.

Pero lo que yo se, es que ya llegó mi fin,
quiero hacer muchas cosas, quiero convertirme en un ser,
pero yo ya acabe con mi vida, con ese final feliz

la muerte puede alcanzarme cuando quiera
a los 90 años, a los dos meses... o a la hora...
yo ya puedo morir en paz... no le tengo miedo al visitante...

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No sé lo que fuí II

Aguanté hasta el año en el que tenía que llegar un pequeño cambio en aquel reino de la destrucción, pero un gran cambio para mí, con esperanzas esperaba el día en el que me pondría en contacto con el resto de la gente del reino, y esperanzado pensaba que no todo el mundo podía ser igual, habría con quienes me llevara bien…

El día llegó, y rodeado de aquella gente que tanto daño me hacía, allí me fui y comprobé con pesar, como mi corazón volvía a romperse en mil pedazos… la visión era desalentadora… eran hasta peores, expertos guerreros que llevaban a cabo sus peleas en silencio, con disfraces y máscaras que ocultaban quienes eran en la realidad, de tajos certeros y letales.

La situación se tornó crítica, estando a punto de morir, me aventuré fuera de mi refugio, envalentonado por la existencia de personas que podían ser distintos, con las que conseguí entablar amistad. Algo en lo que me equivoqué, el dolor ya era algo habitual, y lo acepté sin más.

Simplemente, volví a refugiarme, jurando que jamás volvería a confiar en nadie, que jamás volvería a salir de mi cubil, aunque tuviera que arrasar con todo y convertirme en un fugitivo…

Transcurrieron otros cuatro años, sin vivir, dejando pasar el tiempo, sin observar, ni oír, ni sentir. Solamente reforzando cada vez más mi aislamiento, congelando mi corazón para no perderlo, cayendo cada vez más en una oscuridad que me mecía con el canto de la luna, simplemente pensando…

Con furiosos y ciegos puñetazos, conseguía que la sangre volviera a la vida, manchando de rojo las blancas paredes, paredes que después destrozaba, y bajo la ya tan querida noche, horribles escenas de sangre y muerte pasaban delante de mis ojos, con gritos de terror como música para mis oídos.

Pensamientos de odio revoloteaban en mi mente, mientras huía bajo un manto de soledad compartida con mi fiel amigo, a las solitarias montañas donde húmedas cuevas nos esperaban con arañas apacibles y murciélagos activos y allí nos quedábamos, rumiando en silencio nuestro miedo y soledad, nuestro odio a todo ser humano, pensando cómo huir de todo, cómo dejar todo atrás y buscar un mundo, donde no hubiera tanto dolor…

Batalla tras batalla, la bestia estaba a punto de estallar, y dejar sin vida a todos los que estuviesen a su alrededor… La tristeza, la depresión y el dolor, se tornaban en furia, agresividad, odio… No permití que volvieran a aflorar, la tensión en mí crecía dispuesto siempre a saltar a la mínima provocación, rechacé todo lo que significara amor, amistad… rechacé a las personas débiles, incluyendo discapacitados y desfavorecidos, la imagen de un animal despellejado vivo o un niño herido en mitad de la guerra y familias llorando no provocaba en mí más que el desprecio, me obligué a ser uno de esos guerreros, aprender de ellos, para poder ser yo el que matara, el que hiciera daño, me forjé una máscara con la que traté de cambiar las cosas. Me equipé lo mejor que pude, con las mejores armas que encontré, estaba a punto de explotar, y tenía en mente el sabor de la sangre, la visión del dolor y del terror en los ojos de otro…

Las cosas volvieron a cambiar. Y me sorprendió el cambio…
Toda aquella gente que conocí, desapareció… La situación era nueva… la gente también… Ya no veía a ese ejército que durante ocho/nueve años me había asediado y atacado…

No parecían luchadores esa gente, eran desconocidos para mí y el miedo se apoderó de mí, no sabía si lo que había aprendido, si las armas que tenía, servirían… No puedo describir lo que ocurrió entonces… toda la agresividad desapareció, de repente, todos aquellos años, es como si desaparecieran, podía relacionarme con aquella gente.

Al poco, entendí lo que pasó, entendí que estaba metido en una guerra, y al desconocer todo aquel mundo, tomé una decisión errónea, la de aislarme del mundo, aunque, sinceramente, no tenía otra opción. Y tras años largos, perdí todo lo que alguna vez fui, para convertirme en un zombi que dejaba pasar el tiempo.

Perdí la práctica del habla, solo hablaba a monosílabos y frases cortas, nunca se me ocurría que decir, da igual que conversación y con quien, y de ocurrírseme algo, siempre me trababa desde el principio, si trataba de decirlo despacio y aparte, en cuanto decía la primera parte tranquilamente y bien dicho, la segunda parte se me olvidaba, lo que se me hacía imposible hablar con alguien.

Todas esas cosillas que se van aprendiendo poco a poco, yo no supe de su existencia, yo no aprendí a relacionarme con la gente ni tenía medios para intentarlo siquiera, no sabía cómo se acercaba uno a nadie, como se hacen los amigos, no sabía cómo reaccionar ante un contacto físico ni sabía las cosas que se hacen con y entre amigos, todos esos juegos y tonteos, todas aquellas fiestas en los que uno sale con la gente (navidades, veranos, fiestas, puentes, cumpleaños, ocasiones especiales…) son desconocidas para mí.

Tenía una tregua, y lo aproveché, casi todo, menos el miedo, pareció esfumarse, y me di cuenta de que perdí todo al volver a sentir lo que significaba la amistad, el amor, el cariño, creo haber aprendido a relacionarme, a hablar de nuevo, a ser una persona y no depender de nadie como dependía antes, todos los problemas físicos que tenía, desaparecieron, me asusté ante el sonido de mi propia risa, la alegría me duraba y las heridas se cerraban. Empecé a sentir una energía que no recordaba y empecé a desbordarme con la de cosas nuevas que experimentaba, levanté la vista y me asombré ante la cantidad de cosas que se podían ver de una sola mirada, todas las cosas que alguna vez quise hacer y que no pude o no tuve el valor de hacer, pude hacerlas…

Estoy ahora donde puedo cumplir una meta que había mantenido como razón de vivir, pero no me motiva, no es mi sitio… Alzo la vista, y descubro el ejército que me espera preparado para la guerra. Miro hacia atrás, y veo todo ese dolor, todas aquellas batallas… pero sobre todo, el último año, donde todo ese dolor ha desaparecido. Sujeto las armas con fuerzas, y miro de nuevo al ejército… en mi rostro se muestra la victoria…

Abandono, para buscar mi sitio, pero lo haré con una victoria, me basta mirar atrás para saber que nada ni nadie me detendrá. Tengo miedo de equivocarme, de perder esos extraños sentimientos a mí, de perder todo lo que ahora tengo, pero lucharé a vida o muerte, se acabó, este es el fin, uno de los dos tiene que morir en esta batalla… Y no seré yo...

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No sé lo que fuí

No sé lo que fui, ni lo que soy, ni siquiera si llegaré a ser, aunque tengo la esperanza de que así sea…

Me han vuelto a sacudir fuerte, y después de un respiro, el golpe me pilló un poco desprevenido… observo una foto, y me pregunto si estoy donde debo estar… si esto, es lo que escogí… Sé porque no quiero abandonar, y también porque quiero abandonar.

Abandono… porque no parece mi lugar, porque lo rechazo, porque ya no está en mi corazón aunque sigo queriéndole.

No abandono… porque sin él me pierdo, el mundo se hunde y el camino que veía tan bien, se camufla entre las tinieblas, porque me mantuvo en la vida cuando estaba en el filo y porque me dio la luz que ahuyentó las sombras que por años anidaron en mi.

Es hora de luchar, de nuevo, el ejército que tanto me asedió y atacó, que tanto daño hizo está de nuevo a las puertas. Por primera vez, no sé cómo están los muros de la fortaleza, ni me preocupo si tienen alguna grieta, porque no pienso esconderme, esta vez, no lo tendrán fácil, ahora sé lo que es la guerra, aprendí a luchar y cuento ahora con armas. Miro hacia atrás, todas las batallas libradas, y todas perdidas…

La primera batalla fue desastrosa. Yo estaba tan tranquilo en mi reino hasta que un día me propusieron cambiar de aires… pensé que se referían a un simple paseo como los que hacía siempre y acepté. Me di cuenta del error, pero las cosas ya estaban en marcha, y no me quedó más que ilusionarme con la idea. Adiós muy sentidos y con los mejores deseos, partía dejando todo atrás menos mi familia, que esperaba en aquel desconocido terreno.

Pronto fue la hora de conocer a la gente de la zona y al lugar me acerqué. Automáticamente, me invadieron señales de alarma, mi paso se tambaleó, mi expresión cambió su habitual alegría por uno inexpresivo e incluso de idiota, y pensé para quitar nervios; “me he metido en el infierno”.

Al poco del primer contacto, fui sorprendido por el ambiente tan extraño que reinaba, miraba y no veía, escuchaba, y no oía, tocaba y no sentía. Empecé a ver espadas ensangrentadas, cabezas decapitadas, ciudades derrumbadas, los rumores se sucedían y a cada vez, más horrible que el anterior, empecé a sentir miradas clavadas en la nuca con incomprensibles sentimientos asesinos, de rechazo, odio… su cultura me resultaba extraña e incomprensible, veía que no eran gentes con la que estar. Y la primera batalla se presentó.

No lo vi venir, no me di cuenta hasta que era demasiado tarde… avanzadillas que se ocultaban y aparecían por detrás para herirme la espalda, mientras charlatanes de lengua de serpiente intentaban enroscarse para después inyectar su veneno. Empecé a debilitarme por las heridas infligidas, y yo sin darme cuenta todavía, los colmillos arañaban ya mi piel, tan absorto estaba tratando de entender sus costumbres y ser aceptado como uno de ellos, ser uno de ellos…

El veneno llegó a mi corazón, las avanzadillas dejaron de esconderse, para ser el ejército que abarcaba mi mirada y mostraban amenazantes las armas que nunca había tenido ni noticias. Huí del lugar tan pronto como pude, me escondí a lo que llamaban mi hogar y construí toscamente una fortaleza mientras observaba con curiosidad, miedo e impotencia las heridas que ahora veía aunque empañadas por lágrimas de dolor. No sabía lo que pasaba, pero ya había empezado la guerra…


Me es imposible escribir todo lo que llegó a continuación… aunque lo recuerdo no sin escalofríos. Recuerdo lágrimas de sangre, que perturbaban un tranquilo charco de sangre con un manantial suave pero constante que procedía del corazón, un corazón a trozos, unidos precariamente con restos de lo que encontrara y que pegara.

Recuerdo libros, y más libros que me transportaban a mundos completamente distintos, algunos horribles también, pero ninguno parecido al mío, donde aprender algo que me sirviera.

Recuerdo una habitación, que se convirtió en mi refugio, donde la oscuridad me acompañó en todo momento, donde los libros eran mi mejor compañía.

Recuerdo unos padres que no significaban nada para mí y a los que terminé por odiar, unos padres que trataban de obligarme a comer y a los que engañaba dando la comida a cualquier ser vivo que pasara cerca. Unos padres infectados por el veneno a los que repudiaba y atacaba.

Recuerdo salidas obligadas de mi refugio en las que mantenía siempre el silencio, la cabeza baja, siempre por detrás de la gente, y apartándome siempre que podía, para esconderme detrás de alguna roca y librarme de la tensión y el miedo constante que tenía siempre que estaba con ellos.

Recuerdo cómo me ocultaba de las fotos hasta el punto de que es difícil encontrar foto alguna en la que aparezca.

Recuerdo las miles de veces que veía mis fotos, recordando con dolor todo lo que dejé atrás y perdí.

Recuerdo mis intentos de salir de aquella situación, intentos patéticos que terminaban en fracaso y más dolor…

Sólo recuerdo sin dolor una cosa, lo que me mantuvo con vida durante cuatro años que duró aquello. Un amigo que conservé de antes y era de la zona, aunque también atrapado… El único con el que podía reír, salir por ahí, contar las cosas, el único al que le confié todo, el único que guarda la llave de todo lo que tengo, el único por el que seguía viviendo y por el que conservé el significado de amistad… el único que hoy en día tiene todavía esa llave a todo lo que tengo, a todos mis pensamientos, nadie más ha accedido nunca a la cajita donde guardo todo…

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Vida de misterio

Está llena de preguntas sin respuesta, y por cada respuesta, varias preguntas más.

Una vez lo dijo Platón, la gente no va en busca del conocimiento por el dolor, descubrirla hiere tus carnes, arranca tus ojos... Sus manos te cogen y te cortan la respiración...

La gente quiere la verdad siempre hasta que la sabe. Yo no la quiero, siempre me ha traido dolor, mis ojos lloraban sangre, mientras los oidos se hacían los sordos. Tiras de piel caen enteras al suelo entre las gotas de sangre, dejando a la vista los músculos desgarrados, intentando en vano sujetar unos huesos astillados.

Los órganos apenas funcionan, mientras que el corazón late en un vano intento de seguir viviendo a pesar de las puñaladas y revivir el destrozado cuerpo. La mente, el cerebro, observa el terrible panorama, oye los lamentos, los gritos, los llantos, nota el dolor, el sugrimiento, la desesperación... y se paraliza, no puede hacer nada.

Se cierra al mundo exterior y se queda observando como paso a paso, se acerca a saludar el Señor de la Muerte.

¿Tendrá la fe algo que ver con el sufrimiento? ¿Con el pasado? Terminas creyendo en aquello que te hizo daño... Porque lo conoces, sabes lo que te puede hacer y no... Buscas la forma de evitarlo, o te acostumbras y te haces insensible, y crees en él, crees en algo que no cambia...

Yo creo en la oscuridad, el dolor, la soledad y la muerte... Son parte de mi. Terminaron siendo mis amigos, son, ahora, lo que me resulta familiar, conocido. Son mi apoyo, mi reconfortación, y me resisto a dejarlos...

La sangre es también su amigo, y el mio también por ello... Ver el rojo de la sangre deslizarse por mi mano, ver cómo un rio de sangre corre por el suelo... o por mi cuerpo, o en un ser vivo, es una visión que me agrada... Y su sabor también me agrada, es dulce... dulce sangre...

Dame un cadáver sangrante al abrigo de la oscuridad, y yo llamo al dolor y a la soledad. Me mancharé de su sangre y elevaré la mirada a la luna, para que me muestre la mirada de la gente como yo, y que me muestre también lo que la gente normal no quiere, la compañía que yo tengo...

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Algo más para pasarlo solo

Es la identidad del ser humano, construimos con sangre y sudor, con esfuerzo y tiempo, mucho tiempo. Y en apenas unos segundos, en apenas un pestañeo, un ligero movimiento de la mano, y todo eso, lo destruimos, dejando las ruinas como un recuerdo...

No me apetece hablar con metáforas y rodeos, lo diré directamente; duele, duele MUCHO. Y es simplemente, horrible recibir la indiferencia de alguien a quien quieres y pero todavía, no saber que hacer y lo único que tienes claro, es que no puedes arreglas las cosas.

Es normal quedarte al lado de alguien sin más, sin hablar. Pero no cuando tienes la pesadilla de sensación, de que no quieren dirigirte la palabra, de que no eres nadie y estás ahí para hacer el tonto.

Y te pierdes, no sabes a donde mirar, no sabes si marcharte o quedarte, pero da igual si te marchas o te quedas, no sabes que hacer y te quedas con la sensación de perdido, de no ser este tu lugar pero no saber cuál es ni donde está.

Y solo te queda rezar porque pase algo que te saque de la situación, del dilema y acabe con esa angustia que te ahoga.

Pero peor aún es, tener la sensación de que aunque olvide lo sucedido, aunque se cierren heridas y llege el perdón que tanto pido, no quiera retomar la amistad, no quiera volver a empezar y darme una segunda oportunidad, quedarme por largo tiempo, como un simple conocido, con el que no suele cruzar palabras.

Y eso, es lo que más duele, una herida que no cierra.

Quiero acercarme, y al mismo tiempo no, porque me siento fatal, no sé que hacer ni que decir y estar plenamente convencido del ignoramiento al que estoy sometido. DUELE, no hay otras palabras, esta lo dice todo y no dice nada.

Es horrible saber, que vas a llorar por más tiempo y no poder hacer nada por secarlas. Y saber, que sólo seré yo quien seque las lágrimas y me dé las palabras de ánimo porque no quiero contarlo, no quiero remover las arenas.

Toda la vida lo he hecho, y no cambiaré ahora, será otra cosa más, a ocultar y pasarlo solo. Escondiendo mis problemas y mis dolores, evito que alguien más pueda sufrirlo... y es suficiente con una sola persona.

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Padres que no son nadie

Simples personas, sabes que tienes lazos de sangre con ellos. Pero nada más, para ti no son nadie, solo compañeros de piso, con los que no te queda más remedio que convivir y son los que te mantienen.

El cariño que les haya tenido en un pasado, desapareció. Por el hecho de ser parientes, no significa que les quiera automáticamente, y ése es su mayor error. Olvidaron recordarme que me querían, olvidaron alentarme por cada triunfo que conseguía, obviaron los problemas que tenía por ser tonterías, y aún peor, me usaron para vanagloriarse frente a amigos y familiares.

Poco a poco apagué la voz, y dejé de contarles nada. Buscando excusas, evitando las conversaciones, cambiando de tema, actuando a sus espaldas, y evitando sus opiniones sobre cualquier asunto, decidiendo yo solo.

Es más triste todavía que el silencio comenzara a los 12 años, y durante 8 años o más que la mente humana sea tan inocente como para tener la esperanza de que muestren algún tipo de alegría ante una buena noticia. Da igual sobre qué y el esfuerzo que haya hecho, lo malo de ser bueno, es que dan por hecho todo.

Si saco buenas notas, ellos ya sabían que lo haría, si gano algún premio, ellos ya sabían que lo conseguiría, si consigo alguna meta, ellos ya sabían que lo alcanzaría, porque para ellos todo lo puedo, y nada de lo que consiga les sorprende ni les arranca una sonrisa, y mucho menos un simple enhorabuena.

Pero si hago algo mal, si algo no lo consigo, su respuesta es rápida, acusándome de vago sin pensar siquiera en los motivos de ese fracaso. Y yo me pregunto, ¿para qué sirve tanto esfuerzo, tanta dedicación, si al final no te reconocen el esfuerzo ni comparten tu alegría?

Y encima, horas más tarde, ver cómo fardan ante sus amigos con mis logros como si no me costara nada conseguirlo y pecando de falta de humildad, presuponiendo que soy el número uno y robando el mérito de profesores u otras personas que me ayudaron.

Si sólo fuera eso en lo que fallan, no tendría el odio que les tengo, odio que apenas nadie es capaz de entender y confunden con una rabieta infantil.

No son nadie, solo compañeros de piso, con lazos de sangre, y con quienes no me hablo y evito que sepan nada de mí.

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