Presentación

No sé lo que fuí II

Aguanté hasta el año en el que tenía que llegar un pequeño cambio en aquel reino de la destrucción, pero un gran cambio para mí, con esperanzas esperaba el día en el que me pondría en contacto con el resto de la gente del reino, y esperanzado pensaba que no todo el mundo podía ser igual, habría con quienes me llevara bien…

El día llegó, y rodeado de aquella gente que tanto daño me hacía, allí me fui y comprobé con pesar, como mi corazón volvía a romperse en mil pedazos… la visión era desalentadora… eran hasta peores, expertos guerreros que llevaban a cabo sus peleas en silencio, con disfraces y máscaras que ocultaban quienes eran en la realidad, de tajos certeros y letales.

La situación se tornó crítica, estando a punto de morir, me aventuré fuera de mi refugio, envalentonado por la existencia de personas que podían ser distintos, con las que conseguí entablar amistad. Algo en lo que me equivoqué, el dolor ya era algo habitual, y lo acepté sin más.

Simplemente, volví a refugiarme, jurando que jamás volvería a confiar en nadie, que jamás volvería a salir de mi cubil, aunque tuviera que arrasar con todo y convertirme en un fugitivo…

Transcurrieron otros cuatro años, sin vivir, dejando pasar el tiempo, sin observar, ni oír, ni sentir. Solamente reforzando cada vez más mi aislamiento, congelando mi corazón para no perderlo, cayendo cada vez más en una oscuridad que me mecía con el canto de la luna, simplemente pensando…

Con furiosos y ciegos puñetazos, conseguía que la sangre volviera a la vida, manchando de rojo las blancas paredes, paredes que después destrozaba, y bajo la ya tan querida noche, horribles escenas de sangre y muerte pasaban delante de mis ojos, con gritos de terror como música para mis oídos.

Pensamientos de odio revoloteaban en mi mente, mientras huía bajo un manto de soledad compartida con mi fiel amigo, a las solitarias montañas donde húmedas cuevas nos esperaban con arañas apacibles y murciélagos activos y allí nos quedábamos, rumiando en silencio nuestro miedo y soledad, nuestro odio a todo ser humano, pensando cómo huir de todo, cómo dejar todo atrás y buscar un mundo, donde no hubiera tanto dolor…

Batalla tras batalla, la bestia estaba a punto de estallar, y dejar sin vida a todos los que estuviesen a su alrededor… La tristeza, la depresión y el dolor, se tornaban en furia, agresividad, odio… No permití que volvieran a aflorar, la tensión en mí crecía dispuesto siempre a saltar a la mínima provocación, rechacé todo lo que significara amor, amistad… rechacé a las personas débiles, incluyendo discapacitados y desfavorecidos, la imagen de un animal despellejado vivo o un niño herido en mitad de la guerra y familias llorando no provocaba en mí más que el desprecio, me obligué a ser uno de esos guerreros, aprender de ellos, para poder ser yo el que matara, el que hiciera daño, me forjé una máscara con la que traté de cambiar las cosas. Me equipé lo mejor que pude, con las mejores armas que encontré, estaba a punto de explotar, y tenía en mente el sabor de la sangre, la visión del dolor y del terror en los ojos de otro…

Las cosas volvieron a cambiar. Y me sorprendió el cambio…
Toda aquella gente que conocí, desapareció… La situación era nueva… la gente también… Ya no veía a ese ejército que durante ocho/nueve años me había asediado y atacado…

No parecían luchadores esa gente, eran desconocidos para mí y el miedo se apoderó de mí, no sabía si lo que había aprendido, si las armas que tenía, servirían… No puedo describir lo que ocurrió entonces… toda la agresividad desapareció, de repente, todos aquellos años, es como si desaparecieran, podía relacionarme con aquella gente.

Al poco, entendí lo que pasó, entendí que estaba metido en una guerra, y al desconocer todo aquel mundo, tomé una decisión errónea, la de aislarme del mundo, aunque, sinceramente, no tenía otra opción. Y tras años largos, perdí todo lo que alguna vez fui, para convertirme en un zombi que dejaba pasar el tiempo.

Perdí la práctica del habla, solo hablaba a monosílabos y frases cortas, nunca se me ocurría que decir, da igual que conversación y con quien, y de ocurrírseme algo, siempre me trababa desde el principio, si trataba de decirlo despacio y aparte, en cuanto decía la primera parte tranquilamente y bien dicho, la segunda parte se me olvidaba, lo que se me hacía imposible hablar con alguien.

Todas esas cosillas que se van aprendiendo poco a poco, yo no supe de su existencia, yo no aprendí a relacionarme con la gente ni tenía medios para intentarlo siquiera, no sabía cómo se acercaba uno a nadie, como se hacen los amigos, no sabía cómo reaccionar ante un contacto físico ni sabía las cosas que se hacen con y entre amigos, todos esos juegos y tonteos, todas aquellas fiestas en los que uno sale con la gente (navidades, veranos, fiestas, puentes, cumpleaños, ocasiones especiales…) son desconocidas para mí.

Tenía una tregua, y lo aproveché, casi todo, menos el miedo, pareció esfumarse, y me di cuenta de que perdí todo al volver a sentir lo que significaba la amistad, el amor, el cariño, creo haber aprendido a relacionarme, a hablar de nuevo, a ser una persona y no depender de nadie como dependía antes, todos los problemas físicos que tenía, desaparecieron, me asusté ante el sonido de mi propia risa, la alegría me duraba y las heridas se cerraban. Empecé a sentir una energía que no recordaba y empecé a desbordarme con la de cosas nuevas que experimentaba, levanté la vista y me asombré ante la cantidad de cosas que se podían ver de una sola mirada, todas las cosas que alguna vez quise hacer y que no pude o no tuve el valor de hacer, pude hacerlas…

Estoy ahora donde puedo cumplir una meta que había mantenido como razón de vivir, pero no me motiva, no es mi sitio… Alzo la vista, y descubro el ejército que me espera preparado para la guerra. Miro hacia atrás, y veo todo ese dolor, todas aquellas batallas… pero sobre todo, el último año, donde todo ese dolor ha desaparecido. Sujeto las armas con fuerzas, y miro de nuevo al ejército… en mi rostro se muestra la victoria…

Abandono, para buscar mi sitio, pero lo haré con una victoria, me basta mirar atrás para saber que nada ni nadie me detendrá. Tengo miedo de equivocarme, de perder esos extraños sentimientos a mí, de perder todo lo que ahora tengo, pero lucharé a vida o muerte, se acabó, este es el fin, uno de los dos tiene que morir en esta batalla… Y no seré yo...

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